Héroes

 
Fernando de la Calle, uno de los especialistas de ébola 
del hospital Carlos III  (Fotografía obtenida en El País)



"El que sabe no habla. El que habla no sabe."
Tao Te Ching



A Excalibur, in memoriam


En un país donde la mentira es el lenguaje habitual de los que se autodenominan portavoces de los ciudadanos, donde la irresponsabilidad y la corrupción ocupan las posiciones más altas de todas las jerarquías de poder, y donde la justicia está parcialmente secuestrada por un "elitocracia" que intenta hacer de ella una marioneta a su servicio, en un país así, como digo, un país  "okupado" por la villanía, tenemos que levantar la voz para darle la palabra a aquellos que en su silencio, en el anonimato de su día a día, sin ningun interés personal, se comportan, sin embargo, como verdaderos héroes. Ese es mi propósito.

Teresa Romero se contagió de ébola hace casi un mes por presentarse voluntaria para atender a dos pacientes muy graves que padecían dicha enfermedad. Después de estar a punto de perder su vida, parece que por fin se confirma su recuperación en la terrible batalla que ha librado contra la muerte.

A ella, a todos los médicos que la han atendido, a todos los enfermeros que voluntariamente la han cuidado, y a todo el personal sanitario que lucha contra esta enfermedad en cualquier parte de mundo, ¡gracias!, ¡un millón de gracias! Ellos sí que son unos héroes, ellos sí que representan los principios y valores que siempre pienso para mi propia condición de ser humano.

Estoy convencido que solo unas pocas personas podrán acceder alguna vez a la categoría de héroe, es obvio. La valentía y entrega que requiere tal condición no está al alcance de cualquiera, pero lo que sí está a nuestro alcance, al de todos, es que exijamos que los que ocupen nuestras tribunas, los que hablen por nosotros, los que tomen las decisiones en los momentos críticos sean este tipo de personas.

A lo largo de toda esta crisis del ébola en España se han cuestionado alegremente todo tipo de cosas: traer a dos enfermos de ébola (que para mí eran y serán siempre dos héroes) para intentar salvarles la vida, intentar culpar de un posible contagio generalizado en España a una héroe llamada Teresa, salvar o sacrificar la vida de un perro, el perro de una héroe, del que nunca sabremos si tenía o no la enfermedad.

Y mientras se escuchaba todo tipo de opiniones yo siempre me hacía la misma pregunta, cuál sería la decisión que tomaría cualquiera de los que hablaban y opinaban si los enfermos en cuestión, o el perro en cuestión, fueran sus hijos, sus padres, sus perros. Y la respuesta nunca se hacía esperar ni un solo segundo. Traería a los héroes enfermos para intentar salvarles la vida, engrandecería sin límite la labor de Teresa contagiada por intentar salvar la vida de sus pacientes, y por supuesto desautorizaría y destituiría de las funciones de representante y portavoz de los ciudadanos a cualquiera que la intentase culpar de algo. Y por último, como no, intentaría aislar en un centro preparado para ello al perro de Teresa, estudiando la evolución de su enfermedad, aprendiendo de ella y evitando hasta el último momento la decisión drástica de acabar con su vida.

A lo largo de mi vida he aprendido dos cosas. Mirar para otro lado, olvidarse de los problemas de aquellos que están lejos o que simplemente no somos nosotros, aparte de inhumano y egoísta, siempre acabará por volverse en nuestra contra. El trato que dispensamos a todos los países del tercer mundo, olvidándonos de sus problemas, siempre nos acabará volviendo. La inmigración masiva, las nuevas enfermedades, la actual situación laboral que vivimos, el terrorismo fundamentalista que sufre occidente son producto, no lo olvidemos, de nuestro abandono total por la situación en el tercer mundo, de las enfermedades no tratadas allí, de las condiciones laborales de esclavitud que hemos impulsado desde aquí en los países subdesarrollados, y de las guerras injustificadas que hemos abierto en países a los que nos acercábamos casi siempre con algún tipo de interés perverso. Creo que es, y lo digo con tristeza, el merecido peaje que una especie de justicia "universal" nos obliga a pagar por nuestra desconsideración como seres humanos hacia nuestros hermanos pobres. 

La segunda cosa que he aprendido, y con esto concluyo, es que ayudar a otro, darlo todo por alguien, es lo más grande que podemos hacer y sentir como personas. La reacción o recompensa que podemos sentir cuando acariciamos un perro es muy distinta a la que vamos a experimentar cuando le damos una patada. Lo mismo con un niño, con un enfermo, o con alguien del tercer mundo a quien no conocemos de nada. También el ébola, a través de la experiencia adquirida durante este ejercicio de entrega y solidaridad con los enfermos tratados, nos traerá a España y a toda la comunidad médica grandes recompensas, estoy seguro de ello. Al menos hoy, sabemos ya mucho más de la misma, de sus efectos y de su tratamiento, que hace un par de meses, y, como no, sabemos también que tenemos aquí, en nuestro país, profesionales de primer nivel, héroes incluso, héroes anónimos capaces de no eludir su responsabilidad y su entrega por los demás ni en las situaciones de máximo riesgo. Y muy importante también, sabemos por desgracia que un número preocupantemente elevado de personas irresponsables, deshonestas y no preparadas siguen ocupando posiciones de gran poder en la toma de decisiones de nuestro lamentable modelo de sociedad, personajes que además no solo no son anónimos sino que ocupan inmerecidamente las portadas habituales de nuestros periódicos y medios de comunicación.

Por favor, apoyemos un mundo de héroes, un mundo donde el heroísmo sea la única noticia.


JAJ (octubre de 2014)



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