Las nuevas cuevas de Alí Babá




Parlamento europeo. Foto obtenida en internet (www.expansion.com)




"La economía mundial es la más eficiente expresión del crimen organizado". Eduardo Galeano


"Lo conocido, precisamente por ser conocido, no es reconocido". Hegel





Hace unas semanas, tan solo unos días antes de las elecciones europeas, el historiador italiano Luciano Cánfora decía las siguientes palabras: "El Parlamento Europeo que elegiremos en mayo es un seminario universitario, no tiene poder real, solo aquel de crear una clase de parásitos muy bien pagados para el sistema, porque sirven para hacer ver que existe un parlamento y que Europa no es completamente antidemocrática. Por eso les pagan tanto. Porque uno compra una persona si le da 10.000 euros al mes".

Las valientes palabras del señor Cánfora, al que felicito por ellas, merecen sin embargo una precisión de la máxima relevancia para mí. Es la siguiente. Los parlamentos actuales de casi todos los estados del mundo, así como la mayoría del resto de instituciones representativas de dichos estados, no son disfraces democráticos de regímenes antidemocraticos. Ni mucho menos. Si así lo fueran, entonces los parlamentos y todos sus integrantes merecerían mi más alta consideración, ya que al menos estarían intentando algún tipo de construcción democrática. Dichos parlamentos, con sus atribuciones, sus métodos y la acción punitiva de la mayoría de sus miembros, ya sea: (1) por actuación delictiva directa de los mismos, (2) por omisión cómplice del deber de denunciar las acciones delictivas de cualquiera de sus compañeros, o (3) por acallar, obstaculizar o impedir la denuncia que de dichas acciones ilegales pueda hacer cualquier grupo o ciudadano particular, por estas tres razones, como digo, los parlamentos se convierten no en los reductos donde se practica la dosis mínima de democracia de nuestro sistema, sino, al contrario, en los lugares mismos donde se conciben, mantienen, ocultan y sustentan los comportamientos antidemocráticos más graves de nuestra sociedad.

En las siguientes líneas quiero poner de manifiesto el carácter controlador, usurpador y también silenciador que ostenta casi cualquier institución parlamentaria de nuestro planeta, siendo por tanto estos (los parlamentos) y no el pueblo (¡que también!, aunque en menor medida), quienes constituyen el verdadero cáncer democrático de nuestras actuales sociedades. A lo largo del artículo expondré ejemplos diversos de todo esto, así como también esbozaré, al final del mismo, las líneas básicas que permitirían transformar estas granjas de corrupción, mentira y deshonestidad en verdaderos engranajes de transformación de nuestro fracasado modelo democrático.

En primer lugar quiero definir muy claramente a qué estoy llamando Parlamento en este artículo. Parlamento es toda institución con carácter representativo que o tiene poder legislativo sobre la comunidad a la que representa, o bien maneja y gestiona cualquier tipo de presupuesto de la misma. Es decir, órganos que o bien crean las leyes y normas con que se rigen las comunidades, o bien administran el dinero común de las mismas. En esta definición caben, como comprenderán ustedes, casi todas las instituciones públicas de nuestros países: ayuntamientos, diputaciones, comunidades, gobiernos estatales, cámaras de diputados, cámaras de senadores, o cualquiera de los nombres equivalentes que reciban estas instituciones en los países de nuestro entorno.


Explicado el alcance del término, surgirá en todos los lectores la pregunta o sospecha siguiente: ¿Está el autor sugiriendo, por la introducción y título del artículo, que toda institución pública actual, incluidas las de todos los países occidentales, que cumplan alguno de los dos requisitos mencionados en el párrafo anterior se están comportando como la legendaria cueva de Ali Babá? ¿En qué sentido? ¿Qué se quiere decir exactamente con esto?

Empezando por la segunda pregunta, por Cueva de Alí Babá quiero referirme a:

1. El sitio donde se ocultan los tesoros ilegalmente sustraídos a los ciudadanos.
2. El escondrijo, que por ser tal, nadie pueda sospechar que se trata de eso, es decir, de un escondrijo. 


Para los ojos desvalidos o inocentes del pueblo, estas instituciones , además de ocupar los más bellos emplazamientos arquitectónicos, se presentan ante nosotros como los lugares icónicos donde se practica el ideal de gobierno, de justicia, de igualdad, de solidaridad. ¡Nada más lejos de la realidad!


¿Qué tesoro es el que se esconde en estos oscuros lugares?

En contra de lo que la mayoría estará pensando la respuesta no es el dinero ni nada material. Ni mucho menos. El dinero es, sin duda, el fin último de los deshonestos representantes que participan de esta satrapía, pero no es este el verdadero tesoro usurpado al pueblo. De hecho, el dinero en nuestros días tiene ya un carácter de tipo "quasiteológico", abisal, un carácter que lo ha convertido en una especie de deidad a la que le hemos atribuido un valor irreal, ficticio, un valor que se crea y se evapora sin respaldo de patrón alguno, y que, sin embargo, ha sido alzado a los altares de nuestra (in)cultura de pensamiento por los profetas de una religión con efectos y desigualdades tan profundamente criminales. En realidad, y aunque esto sorprenda a los más incautos, los dos principales tesoros usurpados a la ciudadanía y escondidos en estas modernas cuevas de Alí Babá son: la voz del pueblo y el sudor del mismo (es decir, y su capacidad de trabajo).

Pero vayamos paso a paso, por orden de importancia:

La voz del pueblo: Cualquier organismo o institución a las que me refiero (el 99% de las instituciones públicas) dicen ser la voz de los ciudadanos, de sus representados. Primera gran mentira. La voz es acallada por un sistema tremendamente perverso que trata de equiparar un papel introducido en unas urnas, normalmente cada cuatro años (cada 1.460 días, ¡atención!) con la opinión, el matiz, el deseo, la protesta, la súplica o la necesidad inmediata del pueblo. Y lo que es peor, la voz de las personas de a pie no solo no se llega a escuchar nunca sino que se acalla en tanto en cuanto se manifiesta. En la actualidad existen en todos los países, desde los más conflictivos hasta los que presumen abiertamente de ser "democracias avanzadas", todo tipo de leyes mordaza que persiguen silenciar completamente la opinión de sus ciudadanos. Usurpando la voz del pueblo se usurpa su voluntad y haciendo uso de la misma se legisla al deseo e interés de estos que presumen hablar en su nombre. A continuación citamos múltiples ejemplos del abuso de este poder que dicen ejercer en nombre de los ciudadanos:

  • Aforarse para ser intocables.
  • Controlar el "ficticio" poder judicial.
  • Controlar, en la medida de lo posible, los medios de comunicación para controlar lo que se dice y quién lo dice.
  • Prohibir las protestas y manifestaciones contra ellos, o multar por participar en las mismas.
  • No dejar hablar en las tribunas de estos parlamentos a los ciudadanos de a pie que necesiten denunciar algún delito flagrante cometidos en estas instituciones.
  • Prohibir las grabaciones durante las manifestaciones para evitar que se conozcan las represiones que en ocasiones ocurren durante las mismas, la mayor parte de las veces ordenadas por las jerarquías de poder superior.
  • Vetar las comisiones de investigación internas e impedir que sean abiertas y con cámaras y taquígrafos para permitan registrar y procesar, en caso de darse, cualquier mentira que se diga durante las mismas.
  • Impedir las disensiones internas incluso dentro de los propios partidos u órganos de gobierno.
  • No solo no hacer gratuito sino aumentar el precio de las tasas judiciales para evitar las reclamaciones y denuncias de la mayoría pobre de la sociedad contra el nepotismo de las jerarquías de poder.



El sudor del pueblo: en segundo lugar, por orden de importancia, este tipo de sitios maneja o controla el segundo gran tesoro público: el sudor del pueblo, es decir, su capacidad de trabajo. Decide qué trabajo es realmente recompensable con dinero y cuál no. Decide incluso quién tiene derecho a trabajar y quién no, en qué sectores, qué número de gente, en qué condiciones, con qué niveles retributivos , con qué niveles de formación, con qué planes de estudio. El fin último es convertir a la ciudadanía en una unidad de producción al servicio de los intereses particulares de un pequeña élite que constituyen los lobbies de poder real de nuestras sociedades, aquellos que fundamentalmente ostentan el poder económico de la misma. A continuación citamos múltiples ejemplos del control y abuso que se hace de la capacidad de trabajo:

  • Las reformas laborales que empobrecen y desprotegen a las clases trabajadoras frente a las élites del poder económico.
  • Las condiciones de trabajo de los olvidados de la sociedad (inmigrantes, sin papeles, mujeres, trabajadores de los países emergentes donde se concentra la producción, en condiciones muchas veces de explotación y esclavitud, de las grandes empresas mundiales).
  • La existencia y catastrófica gestión del paro.
  • La presión fiscal extrema sobre la clase trabajadora mientras se practican las amnistías fiscales de las clases con gran poder económico, a la que muchos de ellos pertenecen.
  • El despilfarro en materia económica de los presupuestos que no crean puestos de trabajo, sino comisiones no legales y dinero para la clase más alta.
  • El nulo número de plazas que salen para ciertos sectores de la administración que podría acabar con estas granjas de corrupción y crimen: masiva convocatoria de plazas de jueces, fiscales y policía judicial que investiguen todos estos delitos de corrupción y económicos.
  • La reducción total de los presupuestos para investigadores científicos.
  • El enfrentamiento y la reducción de presupuestos para los sectores de la cultura y los ámbitos intelectuales, por su temor a que destapen y denuncien los comportamientos no éticos del poder fáctico.
  • Los planes de estudio basados en la formación no de personas libres y felices sino de unidades de producción y consumo, futuros esclavos infelices de un gran mecano levantado por la mano oculta de una élite avariciosa y perversa.


Los ejemplos son tantos que podríamos no detenernos nunca. Algunos tan graves como la concepción, gestión y realidad del paro (estoy a punto de terminar y publicar un artículo solo dedicado a este tema, demostrando cómo algo tan irreal como lo que se esconde tras esta palabra, y con cuyo mal se podría acabar en una sola tarde, se ha llegado a convertir en la más perversa anulación del individuo social). En cualquier caso todos los ejemplos demuestran el dominio total que las instituciones que nos gobiernan hacen de las dos principales cualidades del ser humano: la voz, el instrumento que nos permite decidir y contribuir a la construcción de un marco de vida en armonía con nuestra propia naturaleza, así como también nuestra capacidad de trabajo, es decir, la plenipotencialidad innata a cada uno de nosotros que permite convertir nuestras palabras en acciones y hechos.

En la actualidad, en cualquier elección a cualquier institución pública la abstención es abrumadoramente mayoritaria. Pregúntense por qué, y por qué sin embargo nadie la tiene en cuenta. Tampoco la presencia de las voces minoritarias que son barridas por el propio sistema antidemocrático. Los pequeños partidos suelen ser arrasados por la maquinaria montada para sustentar a los lobbies de poder, que financian y aúpan, con todos los medios a su alcance, a las comparsas de marionetas que representan para ellos este teatrillo llamado Democracia.

Creo, sin embargo, que la justicia es algo consustancial al ser humano, y aunque evidentemente ésta siempre viene de la mano de las pulsiones destructivas y caníbales que también participan en la compleja (de)construcción de nuestra yoidad, estoy convencido que la conciencia del individuo, incluso en el más perverso de sus representantes, siempre va a permitir el discernimiento entre el bien y el mal, por más que nos empeñemos en practicar el segundo de ellos.

No quiero terminar el artículo, como dije al principio del mismo, sin dar las claves para el cambio del sistema. Claves muy simples porque todo lo bueno es muy simple. Las claves para cambiar este sistema parten naturalmente de que cada persona, cada uno de nosotros, en cada acción que llevemos a cabo en cada momento, actuemos de acuerdo a los valores éticos más profundos que nos dicta nuestra conciencia, valores que maximicen la igualdad y la solidaridad entre todos los seres vivos.


Aquellos que apuesten por la política, por la verdadera política (no lo que existe ahora), esto es, por la noble lucha por extender y construir un marco en el que las acciones y las decisiones acaben siendo tomadas entre todos y para beneficio de todos, es decir, un marco en el que no haya privilegiados ni parásitos, solo tienen un camino para llevarlo a cabo: predicar con el propio ejemplo. Cambiar las reglas desde dentro para ellos mismos poniendo en evidencia a los que sigan usando la política como trampolín de sus vanidades y como medio para favorecer a los de siempre. Denunciando a los que cometen prevaricación, cohecho o ilegalidades. Desaforando a toda la clase dominante. Creando un sistema de justicia verdadero tan numeroso y ágil que pueda actuar de manera exprés, en plazos de varias semanas, en el caso de los delitos de corrupción, prevaricación y cohecho de la clase dominante (política y económica), castigando a los culpables y restituyendo los perjuicios causados.

En España, y lo digo con enorme ilusión, están empezando a aparecer los primeros grupos, alguno con representación parlamentaria y otros no, que parecen estar actuando de la manera correcta. Mi apoyo público para ellos. Mi apoyo para todas las personas que en su día a día actúan siempre guiados por la ética más estricta. Mi apoyo para todas las persona que se mueven exclusivamente a las órdenes de su corazón.


JAJ (Julio 2014).


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