Fronteras, una genealogía de la maldad



¡Muros No! Oleo sobre lienzo. JAJ. Obra personal.



"Todo acto de creación empieza por un acto de destrucción".  Pablo Picasso.

"For centuries, humanity has been descending an inmense staircase whose top is hidden
in the clouds and whose lowest steps are lost in a dark abyss. We could have ascended
the staircase; instead we chose to descend it. Spiritual decay is terrible". 
Antoine de Saint Exupéry 



Frontera:

(1) Confín de un estado. 

(2) Límite.

Así de simples, de lacónicas, son las definiciones de la palabra frontera que se pueden leer en nuestros diccionarios. ¿Por qué? Sólo se me ocurren dos razones: por ignorancia o por cobardía.

La segunda de estas razones, la más probable, ni la voy a comentar. No es mi objetivo. Prefiero creer en la ignorancia como única razón y contribuir así, aquí y ahora, a eliminarla para siempre, a descorrer el velo que oculta su verdadera realidad y a abrir así los ojos de los despistados, de los ingenuos, de los que siempre han preferido mirar hacia otro lado, de los miopes de corazón. 

¿Qué se esconde detrás de esta palabra, de este símbolo ignominioso? Arrojemos luz sobre ella, desenmascarémosla.

La existencia de fronteras no sólo constituye uno de los símbolos más representativos de la maldad humana, sino que es además causa y origen del propio Mal. Para explicar esta concepción trinitaria de la misma hablaré de ella en su doble acepción, tanto como "confín de un Estado" como también, en un sentido mucho más amplio, como "limite". Comencemos:

De todas las posibles manifestaciones con que se presenta el mal en los seres humanos, la peor de ellas, la más dañina, es la que subyace bajo el espíritu de la dominación. El hombre como "dominador" lo primero que hace es dotarse de poderes especiales que le permiten marcar los límites de su objeto de dominación: "este espacio me pertenece y yo decido quién puede acercarse y quién no, quién puede entrar y quién no, quién puede salir y quién no". Y mucho peor aún: "yo decido también qué se debe hacer dentro de esos límites". Esto obviamente se oculta y se disfraza tras palabras bellas, apelando siempre a los sentimientos más nobles de las personas a través de grandes mentiras: la seguridad de la población, su identidad, su protección...

Es así como el hombre en su papel de "gobernante" se autoproclama propietario del espacio natural en el que vive con sus convecinos, e inventa y delimita para ello un espacio de dominación al que denomina territorio y que bautiza a continuación, para hacerlo suyo, con alguno de estos términos: país, nación, estado, comunidad, pueblo, etc. A continuación valla  o tapia literalmente la tierra para impedir el paso de sus hermanos, e incluso es capaz de matarlos en caso de que alguno se aventure a atravesar sin su permiso esas aberrantes barreras.

Observen que la ignominia del poder destructivo que estamos comentando es fruto de la existencia de un espacio de dominación. Este espacio de dominación no solamente es físico (es decir territorial, espacial). También puede ser psíquico, si bien este último, es decir el espacio de dominación psíquico (en tanto que dominación de la psique del otro, del no-yo) no deja de ser una variante del espacio de dominación físico (desde el momento en que la psique del otro no es si no parte del espacio físico de dicho otro). 

El segundo paso de quien crea una frontera es asegurar su pervivencia en el tiempo. Para ello manipula las conciencias de parte de los seres humanos que conviven con él, crea las armas, los adiestra en el uso de las mismas, y las usa a continuación para que nadie se salte las normas con que se regirá ese espacio de dominación. Se crean así los ejércitos a los que se les encargan historicamente dos funciones: la primera proteger que nadie ponga en cuestión el fundamento mismo de las fronteras, y la segunda, igual de perversa que la anterior, encargarse de extender si es posible los límites de las mismas ocupando para ello nuevos territorios y sometiendo a los seres humanos que viven en ellos. Se crea así una espiral interminable de guerras y conflictos que surgen en los más remotos orígenes del hombre civilizado y que perduran con la misma intensidad en nuestros días.

Aunque parezca mentira todo acto de gobierno reclama siempre para sí un espacio de dominación y un pueblo sobre quién ejercerla. Y por eso si hay un ente que resulta consustancial al propio estado éste es su ejército. Uno nunca surge sin el otro. ¡Qué pena!

Entendido todo lo anterior, por favor, no permitamos nada de lo siguiente:

1. No permitamos que existan leyes no universales.
2. No permitamos que existan ejércitos nacionales. Todo lo más que debe existir es una policía judicial transnacional que opere bajo el mandato de un servicio de Justicia Universal (nunca nacional y nunca al mando de personas irresponsables aunque digan representar a todo un pueblo, a todo un país). 
3. No permitamos que existan gobernantes con privilegios de cualquier tipo. En realidad no permitamos que existan gobernantes con cualquier tipo de atribución dominativa. Nadie puede aspirar más que a ser un servidor de los demás, nunca un dominador de nadie, y desde luego vetemos la presencia de cualquiera que se crea poseedor de más privilegios que los que le reconozcamos al más pobre de los habitantes de la tierra. 
4. No permitamos que existan banderas que promuevan algún tipo de límite, de frontera, de nacionalismo. Todos ellos, ¡todos!, responden únicamente al espíritu de dominación de quienes lo promueven, nunca al espíritu de servicio y fraternidad con que todos los seres vivos que formamos el planeta deberíamos de obrar.
5. No permitamos que proliferen las armas. Todo lo contrario. Trabajemos en su eliminación total y dediquemos el ingente presupuesto que destinamos a ellas a acabar definitivamente con los males que asolan nuestro planeta: el hambre, la pobreza, el acceso a los medicamentos. 

Acabemos por favor con las fronteras, con los países entendidos como soberanías al mando de sátrapas, ya se autodenominen estos dictadores, presidentes, o primeros ministros de los mal llamados países democráticos. Solo aquellos que actúen sirviendo a toda la humanidad (sirviendo y dando ejemplo cada día, no gobernando para una élite a la que ocultamente pertenecen) deberán ser los líderes de un mundo que empiece a caminar en la buena dirección.  

Nadie puede ser extranjero en el mundo. Toda territorialidad como individuo debe limitarse a las fronteras de nuestro propio cuerpo. O asumimos estas máximas o de lo contrario, siguiendo por esta vía, algún día alguien se apropiará del agua y del aire, igual que a día de hoy ya se han apropiado de la tierra, de las calles, y hasta en cierta medida de nuestras propias casas. 

Nadie puede ser discriminado ni privado de sus derechos más básicos por su sexo, por el color de su piel, por su religión, por su estatus social o simplemente, por el lugar de la tierra en el que le ha tocado nacer.  

Sabemos muy bien que cualquiera de estas razones ha sido suficiente para que se marcara una frontera de derechos que denigra y humilla el corazón de las personas de bien. Nacer negro, mujer, moro, judío, africano, enfermo o pobre no puede condicionar ni limitar jamás ni uno solo de nuestros derechos, ni una sola de nuestras posibilidades...

En definitiva, y con esto concluyo, frontera es todo espacio de dominación, todo límite a cualquier derecho universal, y como tal constituye una de las raíces fundacionales de la maldad humana. 

No habrá paz, ni exterior ni interior, hasta que destruyamos todas nuestras fronteras. Desde dentro. Cada uno las suyas. Cada uno las nuestras.

JAJ (2014).



Nota del autor:

Cada día asistimos a alguna tragedia provocada por estos espacios de dominación, las hasta ahora mal llamadas fronteras. Tragedias que padecen aquellos inocentes que intentan simplemente atravesarlas, personas de bien que solo tratan de huir del hambre o las guerras que asolan los territorios en los que viven. Tragedias que sufren también aquellos otros que estando dentro de los límites de sus propios países, se atreven a protestar por el estrangulamiento que provocan en la población civil las medidas extremas, egoístas e inhumanas de sus gobernantes (gobernantes preocupados, no por servir a los más necesitados a quienes dicen representar, sino por blindar los lujos y prebendas de una élite dominante, élite a la que callada y sibilinamente ellos también pertenecen). La muerte de inmigrantes en las fronteras españolas, los muros construidos en todas las partes del mundo (especialmente en los países más avanzados), los dramas de territorios como Palestina o Siria, los conflictos olvidados de África y Asia, los encierros en que viven desde hace décadas los ciudadanos de Cuba o Corea... Estos y tantos otros ejemplos nublan y avergüenzan cada mañana el interior de nuestras conciencias...

Para ilustrar este artículo, os dejo dos testimonios que explican muy bien el contenido de mis palabras. El primero es una bella canción de Jorge Drexler que descubrí hace tan solo unas semanas y el otro es un vídeo de socorro, grabado durante la grave crisis interna que ha vivido Ucrania. Mi enhorabuena desde aquí a sus creadores.


Milonga del moro judío, de Jorge Drexler








Licencia de Creative Commons
This work by Jose Angel Janeiro is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 4.0 Internacional License.

Comentarios

Entradas populares