La democracia no es un derecho



Fotografía obtenida de internet de una manifestación de niños en apoyo de Malala 


"En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios,
 y el Verbo era Dios". Evangelio de San Juan.



La utilización perversa de las palabras, en tanto que logos constitutivo de la realidad percibida, marca el signo de toda nuestra contemporaneidad. Torsionándolas, retorciéndolas, descontextualizándolas, el mundo se va desgajando a su dictado. Y mientras tanto, nosotros, sus habitantes, psicotropizados por una especie de desinterés epidémico, parecemos precipitarnos desde hace tiempo a una transmutación que, de no ser detenida, nos convertirá inexorablemente en masilla* (termino con el que quiero denominar a ese despojo último en el devenir del hombre masa orteguiano, estadio final en el que se diluirá todo vestigio de nuestra pluripotencialidad como individuos en la corriente de impensamiento dominante).

Esto lo saben muy bien aquellos que montados a la grupa del verbo (verbo con minúsculas pero verbo creador y configurador de la "realidad" oficial -¡nada menos!-) han traicionado su naturaleza fraternal y unitiva y lo han utilizado para domar y dominar nuestras conciencias, fabricando a continuación mundos deshumanizados desde cuyos tronos, y ante el griterío de las masas "logotomizadas", se han autoproclamado dioses todopoderosos (diosecillos en el mejor de los casos, demonios en la mayoría de ellos) bajo cuya batuta llevan siglos rigiéndose nuestros destinos.

Las palabras bellas, el logos cargado de significación, el Verbo con mayúsculas, éste ya sólo sale de los labios de los niños a los que por supuesto nadie escucha, o de los mundos de místicos y poetas, cuya realidad hablada, escrita, cantada, pintada o, simplemente, trascendida, tampoco casi nadie entiende (y los pocos que sí lo hacen o bien pasan en seguida a ser tachados de locos reaccionarios al adherirse a las mismas, o bien se callan, por comodidad o por cobardía, y se limitan al goce instantáneo de lo que luego reducen a la consideración de mera ensoñación utópica, de ficción inalcanzable).

En la actualidad el mayor ejemplo de usurpación y posterior distorsión y violación de todo el significado de una palabra ocurre con el término democracia. La gravedad de esta utilización malévola es la creación de una realidad completamente falsa que espero sea pronto comprendida, interiorizada, y a continuación, desmontada pacíficamente y superada.

A nada que reflexionemos con detenimiento sobre las afirmaciones que vienen a continuación, todos deberemos reconocer que:

  • La democracia no es un derecho. La democracia es un deber. 
  • El poder del ser humano es una realidad consustancial a su propia existencia y se ejerce, se quiera o no, en cualquier acción que llevamos a cabo.
  • El poder ejercido por el individuo que pertenece a una comunidad constituye en sí mismo el ejercicio de la democracia, y por tanto, la ejercemos en cada acción que acometemos. Cuando hablamos, cuando callamos, cuando creamos, cuando destruimos, en definitiva siempre que actuamos estamos llevando a cabo dicha plenipotencialidad. 
  • La democracia representativa es en sí misma una incoherencia lingüística y por tanto una de las grandes falacias de nuestra era. El poder es acción y por tanto no puede ser representación (que en sí mismo no es más que inacción).
  • El poder puede ser ejercido de forma no ética. Por ello la democracia debe estar siempre supeditada a la justicia.
  • La justicia es el garante de la ética. 
  • La justicia solo puede tener un carácter universal. Y por tanto es el gran derecho de todo ser vivo.
  • La justicia es mucho más que el conjunto de leyes o normas. De hecho no sería justicia ninguna ley o norma incompleta, injusta, no universal (es decir sólo de aplicación local, estatal, nacional) y que no sea aplicable por igual a todos los ciudadanos (independientemente de su estatus social, económico, religioso, etc.).
  • El poder de cambiar la realidad está en cada individuo.
  • El individuo tiene el deber de actuar siempre éticamente y de promover que los demás lo hagan. 
  • Todo individuo debe tener el mismo derecho a ser escuchado y las mismas obligaciones ante la justicia.
  • La justicia tiene que salvaguardar al individuo frente al pueblo y, mucho más aún, frente a cualquier representante autoproclamado del mismo. Sobre este punto, cualquier atribución o aforamiento especial frente a la justicia no es más que injusticia.
  • Nadie a título individual o de grupo puede decir ejercer la representación de otro, del pueblo, del país, de la nación, del mundo.
  • Cualquier acto injusto cometido en cualquier parte del mundo tiene que ser perseguido por la justicia.
  • La existencia de ejércitos y sistemas de seguridad nacionales (es decir, no transnacionales) son un ejemplo claro de justicia no universal, y por tanto constituyen el germen ideal para la comisión de grandes atrocidades.

Nota del autor: He querido ilustrar este artículo con la fotografía de una manifestación de niños en apoyo a Malala Yousafzai, en homenaje a la niña paquistaní cuyo actuación es el ejemplo más claro del verdadero poder del individuo. Espero que en el futuro inmediato nuestros líderes sean niños y niñas como ésta, personas de cualquier estrato de la sociedad que con su ejemplo acaben movilizando y contagiando los sentimientos más avanzados y fraternales del ser humano.




Imagen obtenida de Internet (Imágenes Google)


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